Faltaría más. Hay quienes, por razón del cargo que ocupan, tienen unas
obligaciones que no tienen el resto de las personas. En un naufragio, el capitán del barco
tiene la obligación de organizar la evacuación del barco antes de pensar en
cómo se va a salvar él. Obligación que no tiene el cocinero del barco, ni
cualquier otro pasajero.
Digo esto porque da la
impresión que las únicas obligaciones de personas que ostentan cargos públicos
parece que sean el no utilizar el cargo que ocupan en beneficio propio. No.
Solo faltaba. El que ostenta un cargo público tiene que ser ejemplar y
tener una conducta que no dé lugar a ninguna duda sobre su honradez, y si
independientemente de ser honrado o no, su conducta ofrece alguna duda, algo
está haciendo mal. No es un digno gobernante.
Al ciudadano de a pie se nos tiene
que exigir que cumplamos las leyes. Al que gobierna hay que exigirle que sea
ejemplar. Esto es puro sentido común, y
sucede en cualquier organización humana. Al empleado de unos grandes almacenes,
quizá sea suficiente con pedirle que no se lleve cosas a su casa. Al
hombre de confianza del director general se le va a pedir mucho más.
Hay que empezar a hablar de integridad. No es suficiente con no ser “corrupto”. Hay que ser íntegro. No estoy hablando de unos o de otros. Estoy hablando de integridad
por parte de todo el mundo, tanto en el ejercicio de la función pública como en
el ejercicio de cualquier otra profesión.