Marketing y Servicios: Todos somos consumidores

sábado, 15 de marzo de 2014

Todos somos consumidores


Hoy "Día Mundial de los Derechos del Consumidor", es un buen momento para recordar que «Ser consumidor, por definición, nos incluye a todos». La frase que enunció un 15 de marzo de 1962 el entonces presidente John Fitzgerald Kennedy ante el Congreso de los Estados Unidos, determinó la jornada elegida para celebrar el Día Mundial de los Derechos del Consumidor. La decisión la tomó la International Organization of Consumers Union (IOCU), hoy Consumers International (CI), en 1983 y la razón que esgrimió fue el histórico discurso que pronunció, 20 años antes, JFK.

Reportaje emitido en el programa de Canal Sur Europa Abierta

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El líder norteamericano lanzó en ese momento afirmaciones que hoy permanecen todavía vigentes –«somos el grupo económico más grande en el mercado, que afecta y es afectado por casi todas las decisiones económicas públicas y privadas... pero también el único grupo importante cuyos puntos de vista a menudo no son escuchados», aseveró– y fijó, gracias a su discurso, un inequívoco punto de partida para las legislaciones sobre los derechos del consumidor por llegar. Lo hizo mucho antes de que la Asamblea General de Naciones Unidas aprobara, un 9 de abril de 1985, las directrices para la Protección de los Consumidores, que dotaban a sus derechos de reconocimiento y legitimidad internacional.


No parece mala idea repasar en qué puntos incidió Kennedy en su disertación y, de paso, reflexionar sobre su oportunidad y grado de cumplimiento en la actualidad. Los consumidores, explicó el presidente, debían tener derecho a la seguridad, a la información, a la libre elección, a la existencia de competencia de precios y a ser escuchados por los gobiernos en la formulación de sus políticas de consumo. Toda una declaración de intenciones, que generó normas a favor de un colectivo hasta entonces en situación de inferioridad respecto a las empresas y mejoró su calidad de vida.

La educación de las personas en su condición de consumidores, una faceta cada vez más importante, significa transmitirles la conciencia de que es necesario informarse, es decir, comprar sabiendo qué adquirimos en realidad: componentes, fecha de consumo e ingredientes –en el caso de tratarse de productos de alimentación–, fabricante y precio de venta de los artículos expuestos.

También tenemos derecho a que aquello que se nos ofrezca, no suponga ningún riesgo para nuestra salud y nuestra seguridad, algo que las administraciones deben garantizar en sus legislaciones. De que es posible y deseable manifestar nuestro parecer cuando así lo estimemos en los órganos oportunos y estar representados en asociaciones. Además, a la hora de elaborar una norma, el Ejecutivo ha de escuchar al Consejo de Consumidores y Usuarios, la voz organizada de los consumidores. La reparación en caso de daños y perjuicios y la protección jurídica y técnica en situaciones de debilidad, son otros de nuestros derechos.

Muchos han sido los avances logrados en la materia desde aquel lejano 1962, sobre todo gracias a la formulación de normas, a la creación de estructuras administrativas con competencias para su ejecución y a la consolidación de los movimientos asociativos. Sin embargo, el consumidor afronta, en el presente, grandes retos como tal. En primer lugar, a la hora de proteger sus datos personales o en cuanto a la utilización de sus pautas de consumo por parte de las compañías para enviarle publicidad y promociones, nuevos desafíos que plantean realidades como la emergencia del comercio electrónico y que exigen una actualización de las normativas vigentes. Porque todos somos responsables de que las líneas maestras del discurso de JFK no caigan en saco roto.


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3 comentarios :

Mónica González dijo...

Es verdad que hoy día los gobiernos hacen un esfuerzo por que los productos que se comercializan no sean perjudiciales para la salud, pero somos los propios consumidores los que no se lo ponemos fácil.
Somos los consumidores los que por ahorrarnos unos euros compramos productos piratas, marcas falsas... sin tener en cuenta que esos productos no han pasado ningún control de calidad.
Por ejemplo cuando vamos a la playa seguramente habéis visto a gente comprarse gafas de sol en puestos ambulantes, en mi opinión ahorrarse unos euros en esa compra le pude salir carísimo al consumidor porque no se sabe de que están hechos los cristales de esas gafas de sol y a la larga el uso las gafas nos pueden dejar grandes secuelas.
Mónica González Sánchez-Pascuala.
Mark. Serv. UAH

David Epding dijo...

Estoy totalmente de acuerdo que han sido muchos avances para la protección de los consumidores y ahora hay grandes retos.

Pero para mi el tema más importante no es la seguridad en el E-commerce: El consumidor necesita la protección contra la decisión subóptima. Para hacer la mejor decisión de compra económica, ecológica y social el consumidor tiene que elaborar y evaluar toda la información como las propiedades del producto, el precio, el proceso de la adquisición, de la produción y de la distribución, la situación de los empleados de la empresa en todo el mundo, el trato del entorno natural en todo el mundo y muchas más informaciones.

Nadie tiene el tiempo para elaborar todas las informaciones – me refiero al tema de Information Overload como una sobredosis de información.
Se necesitan sellos fiables o sitios web como www.rankabrand.org que analizan las informaciones y ayudan al consumidor a tomar decisiones mejores.

David Epding
Alumno de Mk de Servicios

Unknown dijo...

Estoy completamente de acuerdo con los dos comentarios de mis compañeros.
Efectivamente por querer ahorrar unos euros, corremos el riesgo de perder más que nuestro dinero. Las comparativas, en muchas ocasiones, como dice David, no las hacemos o bien por falta de tiempo o bien por falta de conocimientos.
No obstante, lo que a mí más me preocupa referente a este asunto, es la falta de decisión por parte de los consumidores individuales. En muchas ocasiones, unos habremos pensado o, por lo menos, habremos oído a alguna persona quejándose del servicio de determinadas empresas o de la calidad de ciertos productos y, normalmente, siempre la misma respuesta, "aunque me queje no me van a hacer caso". Creo que debería concienciarse y educarse a la sociedad en este sentido, ya que en muchas ocasiones ni siquiera conocemos a qué tenemos derecho o cuáles son los mismos. Estoy convencida de que muchas cosas cambiarían si, en vez de quedarnos en la queja, fuésemos cada uno con nuestro problema a estos organismos, ya que muchas voces son, evidentemente, más eficaces que ninguna.

Lucía Mateos Villafranca.
Marketing de Servicios UAH.