Cada
directivo dirige su compañía como buenamente sabe.
Son las prioridades que tiene a la hora de decidir, qué valora, cuáles son sus
valores, lo que le caracteriza como directivo. Los miembros de una
organización saben perfectamente qué valoran sus jefes: basta ver cómo se trata
a cualquier persona para saber cómo se me puede tratar a mí. También es muy
fácil saber qué se valora más en la organización, si el servicio que se
proporciona a los clientes o el dinero que se recibe de ellos.
Una persona que se siente valorada está por lo general
dispuesta a poner sus capacidades al servicio de su compañía; si no, es mucho más difícil que quiera aportar más allá
de lo que se le exige. Por eso las
empresas centradas en las personas suelen ser a medio plazo las más eficaces,
o por lo menos son más eficaces de lo que serían si fueran dirigidas con el
objetivo de maximizar la eficacia. Por el contrario, las empresas que se
dirigen con el objetivo de maximizar los beneficios no alcanzan todo su
potencial de eficacia porque no cuentan con el incondicional interés de sus
empleados para alcanzar sus objetivos. Si
no se me valora como persona, si no importo, para qué me voy a esforzar,
es el razonamiento implícito que se hace el empleado medio.
No es de extrañar que si el objetivo de una compañía es
maximizar los beneficios el valor de las acciones, el directivo avispado puede
cansarse de generar valor para terceros y centrarse en generar valor para sí
mismo, utilizando cualquier artimaña contable para conseguirlo. Esta falta de solidez
directiva propicia que llegue siempre el momento en que todo estalla y se
desenmascaran los escándalos. Pasa a nivel empresarial y a nivel de
gestión política.
Por eso, alguna vez se da el caso de directivos que han ocupado las portadas de
revistas económicas por la eficacia con la que han dirigido sus empresas, y
han sido citados como ejemplos en publicaciones y escuelas de negocios por sus
buenas prácticas directivas, acaben en la cárcel al descubrirse sus
fraudulentos modos de dirigir, que dan al traste con sus compañías, sus
empleados y los ahorros de sus inversores.
Más frecuente es el caso de directivos que ni llegan a
las portadas de las revistas ni acaban en la cárcel, porque su mediocridad no sólo afecta a su falta de
integridad moral sino también a su capacidad de conseguir resultados, y nunca
llegan a ser noticia.
Fuente: Toma de Decisiones
2 comentarios :
En mi opinión, tratar a tus empleados como una cadena de montaje es algo totalmente erróneo, no van a trabajar bien, y además de perder clientes vas a perder a tus empleados.
Incentivar a tus empleados y tratarlos como parte de la empresa los motiva, mejorando mucho más los resultados posteriormente.
David García Hernández, Alumno de MK Tic
Estoy totalmente de acuerdo con mi compañero David. El factor humano es el elemento más importante de las organizaciones, de forma que si los directivos cuidan a sus empleados, los empleados ofreceran un servicio exquisito a sus clientes. Los directivos tienen que motivar y escuchar a sus empleados, ya que son lso empleados los que están en contacto con los clientes, y por lo tanto, disponen de toda la información necesaria para adaptar el servicio y conseguir la satisfacción máxima del cliente.
No obstante, también es importante la motivación personal de cada uno de los empleados. Aquellos empleados que tienen ganas de trabajar, de aprender y de accender en su puesto tendrán que tener una motivación extra.
Un cordial saludo,
Ana.
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