La invasión publicitaria a la que está sometida cualquier persona a día de hoy es tal que es prácticamente imposible de percibir en su totalidad. Cada día recibimos unos 3.000 impactos publicitarios de media. Insisto, 3.000. Nuestra memoria selectiva hace un importante filtro y sólo procesamos una ínfima parte de estos mensajes. En este escenario es absolutamente prioritario recurrir a los sentimientos para poder entender cuáles son las necesidades reales de nuestros clientes.
Desde que hace algo más de una
década el término de neuromarketing tuviese su primera
intrusión en el mundo empresarial, este ha evolucionado notablemente. Como ya
comenté en un artículo publicado en la sexta edición de la revista de Deloitte Consumo Valor cada vez son más las compañías que hacen
uso de estas técnicas para conocer las emociones generadas en sus consumidores
potenciales ante estímulos publicitarios. Aplicar estas técnicas, que están
basadas en la neurociencia, nos pueden servir para valorar
campañas de pricing o de colocación en lineales, entre otros muchos
ejemplos.
El gran desarrollo de esta
técnica en los últimos lustros tiene que ver especialmente con su carácter
absolutamente innovador en comparación a las anteriores técnicas de
estudio de mercado tradicionales. Hasta ahora estos se realizaban,
principalmente, en base a encuestas que en la mayoría de los casos tienen el sesgo de la mentira o la respuesta irracional (tanto
inconsciente como voluntaria). Todo esto queda atrás con el neuromarketing
puesto que los principios de esta disciplina parten de que el ser
humano es un animal que racionaliza. Lo cual implica que cuando le
preguntas responderá según lo que haya racionalizado. Y justo en ese espectro
se encuentra la emoción del consumidor, lo verdaderamente valioso.
Aunque en los inicios los métodos
utilizados para sustraer información del cliente eran ciertamente invasivos
(por lo que las respuestas estaban condicionadas por el entorno) se han
perfilado nuevas técnicas como los encefalogramas o las resonancias
magnéticas funcionales. Desde luego, lo más importante es que el
cliente se comporte de la manera más natural posible y que no aprecie que está
involucrado en una investigación. Y todo esto, si los planes de acción se
desarrollan adecuadamente, no está reñido con los derechos de los consumidores.
Es lo que en Daemon Quest Deloitte proponemos a través de Emotion Lab, una herramienta que capta con una cámara los
128 músculos faciales y determina su relación con las emociones universales
(felicidad, sorpresa, enfado, asco, miedo y tristeza). Así, muchas empresas ya
pueden saber la reacción de un cliente ante un precio, una campaña de
publicidad, una marca y hasta un escaparate.
Fuente: Daemon Quest-Blog
Aclaración: El hombre es mucho más que "un animal que racionaliza". Por ejemplo, es inteligente, libre y responsable, trascendente, etc
1 comentario :
Tras muchos estudios los expertos en la materia han conseguido determinar como el neuromarketing es una gran herramienta para influir en las compras de los consumidores. Gracias a estos avances, analizando cuáles son los niveles de emoción, atención y memoria, se consigue estimular esas compras. Una gran herramienta para ello por ejemplo son los colores, cuanto más llamativo sea el envase que recubre el producto más influencia crea sobre el consumidor. Otro ejemplo pero referido a las emociones sería la felicidad, si los consumidores asocian el producto a un anuncio que les transmite felicidad, se verán influenciados por esa idea de felicidad.
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