A pesar de los avances en la internacionalización de la
economía española durante las últimas décadas y de la notoriedad mundial que
han alcanzado un buen número de firmas, la internacionalización sigue siendo la
gran asignatura pendiente de las pymes.
En España, y según datos del ICEX, menos del 4% de las
empresas exportan. Y el porcentaje de exportadoras "regulares",
aquellas que han exportado productos durante al menos cuatro ejercicios
consecutivos, se reduce a un testimonial 1%. Unas cifras preocupantes. Más si
tenemos en cuenta que el sector exterior es prácticamente el único motor que
está tirando de la economía española.
Este es el punto de partida del documento
"Internacionalización empresarial. Argumentos y estrategias para el
directivo", publicado por la Fundación CEDE y realizado conjuntamente por
Deloitte y el Centro de Globalización y Estrategia del IESE.
Se trata de un cuaderno práctico que pretende acompañar a
las pequeñas y medianas empresas en su camino de apertura al mercado exterior,
recogiendo las lecciones aprendidas por otras empresas que ya lo han iniciado a
través del testimonio directo de sus directivos.
Por qué internacionalizarse
Compensar la parálisis del consumo doméstico es, a día de
hoy, un argumento suficiente para no posponer más la internacionalización de la
empresa.
Pero, más allá de la internacionalización
"oportunista", basada en argumentos reactivos (recuperar las ventas,
diversificar riesgos, dar salida a excesos de producción, reaccionar a la
entrada de competidores extranjeros), existen otro tipo de razones, de carácter
más proactivo, para incorporar el vector de la internacionalización a la
estrategia competitiva de la empresa.
Algunas de estas razones son buscar mercados menos maduros
y con mayor potencial de crecimiento, aprovechar economías de escala o de
alcance, trasladar actividades o procesos a ubicaciones más competitivas o
adquirir nuevos recursos y capacidades.
La internacionalización como estrategia de creación de
valor global va mucho más allá de tomar medidas puntuales (y hasta cierto punto
desesperadas) para contrarrestar los efectos de una coyuntura desfavorable. Y
está demostrado que, además de hacer a las empresas más resistentes a los
ciclos adversos, las ayuda a crecer, ser más productivas y generar más y mejor
ocupación. Sigue leyendo..
Fuente: IESE Insight
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