Todos hemos oído
alguna vez decir, que cuando un producto es aparentemente gratuito, es probable
que en realidad lo estemos pagando con datos. Ocurre con las redes sociales,
las tarjetas de fidelización de tiendas o supermercados o con un sinfín de
aplicaciones que nos ofrecen servicios más o menos relevantes a cambio,
solamente, de nuestros detalles personales.
Pero más allá de
intuir que nosotros somos el producto, en realidad desconocemos qué se hace
exactamente con nuestra información, o en qué consiste y cómo funciona ese pago
con datos. En realidad, no es una cuestión sencilla, y cada aplicación cuenta
con sus propios procedimientos y lógicas.
En el caso de la navegación por
Internet, por ejemplo, las empresas y prestadores de servicios nos ofrecen de
forma gratuita sus motores de búsqueda, páginas webs y servicios asociados,
para leer la prensa, consultar la previsión meteorológica, o estar en contacto
con otras personas a través de redes sociales o foros.
No obstante, cada vez
que entramos en una web estamos descargando automáticamente una serie de
microprogramas conocidos como cookies que
recaban información de nuestra actividad online y hacen llegar al propietario de la
web visitada información sobre nuestra IP, MAC o IMEI (la matrícula de nuestro
dispositivo), el tiempo y forma en que utilizamos un sitio concreto u otros
sitios que estén abiertos en el mismo momento, identifica si somos visitantes
habituales y qué uso hacemos de la página de Internet, en qué secuencia y cómo
accedemos a otros sitios, etcétera. Además, es habitual que diferentes empresas
paguen al sitio que visitamos para poder instalarnos sus propias cookies, como también lo es que la empresa utilice los
datos no solo para sus estudios internos, sino que los venda a terceros.
Continua leyendo el artículo en El País
Ver también: "Cómo evitar fraudes al contratar servicios por Internet"
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