Stephen Covey falleció el 2012 a los 79 años de edad en Idaho (USA) y es
universalmente conocido desde que en 1989 publicó “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, un libro que fue desde el primer momento un bestseller
mundial y que será difícil de superar. En el prólogo, explica cómo se
gestó la redacción del libro.
Covey se encontraba inmerso en un
estudio sobre todo lo publicado acerca del éxito en Estados Unidos a lo largo
de doscientos años. Leía centenares de libros, artículos y ensayos sobre autoperfeccionamiento,
psicología popular y autoayuda. Observaba la evolución que, a lo largo de la
historia de su país, se había producido en que lo que se consideraban las
claves de una vida exitosa.
Su estudio se encontró con
una pauta sorprendente. La mayor parte de la literatura sobre el tema
durante los cincuenta años anteriores era bastante superficial. Estaba
impregnada de una obsesión por la imagen personal, por las técnicas y
estrategias externas de tipo social para solucionar problemas profundos que,
como es natural, solían prolongarse como dolencias crónicas subyacentes, que
empeoraban y reaparecían una y otra vez.
En cambio, casi todos los libros de los ciento cincuenta años
anteriores se centraban en lo que podría denominarse «ética del carácter»:
integridad, humildad, fidelidad, mesura, valor, justicia, paciencia, esfuerzo,
sencillez, modestia, etc. Se hablaba sobre todo de los esfuerzos para
integrar profundamente en la propia naturaleza ciertos principios y hábitos
necesarios para vivir con efectividad, y se aseguraba que para experimentar un verdadero
éxito y una felicidad duradera es fundamental aprender esos valores e
incorporarlos establemente como virtudes en el propio carácter.
Pero
poco después de la Primera Guerra Mundial, la
idea del éxito pasó a vincularse más a la imagen pública, a las actitudes y
habilidades que aceleraban los procesos de la interacción humana. Se centró
todo demasiado en la actitud mental, en las técnicas para conseguir gustar a
los demás o interesarse por los otros para obtener de ellos lo que uno quiere,
en una “cosmética” de la persona que, sin dejar de tener su importancia,
trasladaba el centro de gravedad de la mejora personal hacia estrategias de
influencia y de poder, de habilidad de comunicación y de actitudes. Se vislumbraba un descarado afán de
“obtener beneficios” de la buena conducta.
Covey hizo un profundo
replanteamiento de las motivaciones y los fundamentos de la idea de la mejora
personal. Se remontó a
los valores más profundos, al esfuerzo por percibir a cada persona con su
identidad y su valor personal. Era
también una persona muy creyente, y gracias a esa profundización y a su
coherencia personal, logró crear todo un nuevo estilo en la literatura sobre el
tema. Insistió siempre en que cada
uno cosecha lo que siembra, en
que no basta que la retórica o las intenciones sean buenas, sino que hay que esforzarse decididamente
para desarrollar una serie de hábitos imprescindibles para vivir con dignidad. Si no hay una integridad profunda y una
fuerza fundamental del carácter, los desafíos de la vida acaban sacando a la
superficie los verdaderos motivos y el fracaso está asegurado.
Es
obvio que resulta preciso esforzarse honestamente día tras día, para procurar
mejorar también día tras día y así alcanzar una vida lograda. Los 7 hábitos que
desarrolla este magnífico libro y que han llevado a Stephen Covey a ser un
autor consagrado, son sin duda una excelente pauta para incorporar principios que sean
fundamento seguro de la felicidad y el éxito duraderos. Recomiendo
vivamente su lectura. Aunque escrito quizá desde una cultura y una sensibilidad
diferentes a la nuestra, está lleno de sensatez y de luz, tanto para gente
sencilla como para quienes se consideren personas muy cultivadas.
Fuente: Interrogantes.net . Ver también el resumen del libro en los artículos de Ana Muñoz sobre Los 7 hábitos de Covey "Primera parte I y segunda parte II"
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