No está de moda hablar de valores, a no
ser de los bursátiles. Y menos de fidelidad hacia ellos. He ahí una de las
causas de nuestra crisis que es a la vez crisis de las organizaciones y de
esquemas de trabajo.
Porque escamotear la realidad de los
valores tiene consecuencias también en la esfera profesional. Robert Redford,
que es tan sabio como sensible al tema, lo sabe muy bien.
Por eso nos plantea
la necesidad que tenemos de actuar y gestionar de acuerdo con esas peculiares
realidades valiosas que el mejor pensamiento del siglo XX descubrió, con Max Scheler a la cabeza, para nosotros. Para luego, misteriosamente, caer en el
mayor de los olvidos. Y así nos ha ido. De ahí que cada vez más esté en alza lo
que en el mundo anglosajón se llama el MBV –Managing by Values– o gestión por valores.
La inteligencia ética
La tesis de Redford al respecto en su última
película, Pacto de Silencio, es clara: no se puede ser un profesional valioso
si damos la espalda a ciertos valores. Junto a la inteligencia técnica y
emocional hay otra de la que apenas se habla: la inteligencia ética que nos
hace saber hasta dónde podemos llegar, la relación entre medios y fines, y
resolver dilemas morales que se nos presenten.
Todo ello se nos muestra
en los desafíos con los que se encuentra un periodista de investigación Ben
Shepard –Shia LaBeouf–. La situación de su modesto periódico –Albany Times– es crítica como la de tantos otros. El
descubrimiento que hace el joven reportero, gracias a su pericia y tesón, de
una historia de investigación política es realmente tan jugosa como
comprometedora y puede ayudar al
Albany Times a vender más y ganar en reputación en todo Estados Unidos.
El joven periodista va, en la
información que consigue y las verdades que descubre, siempre un paso por
delante de la CIA y del FBI.Y ello sin apenas medios ni tecnología, con su sola
intuición, planificación y seguimiento perseverante de las pistas: así funciona
el talento unido a la necesidad.
El orden jerárquico de los valores
Pero hay un
momento fatídico en el que nuestro reportero se enfrenta a un grave dilema
moral en su investigación. No es un dilema entre un valor y su disvalor
negativo contrario –por ejemplo veracidad contra mentira–. Para ello no hace
falta mucha inteligencia moral para resolver qué sea lo correcto –otra cosa es
que lo hagamos–.
Los matices éticos son a menudo, como nuestras vidas, mucho
más sutiles. A menudo nos encontramos con dos valores positivos que se nos dan
contrapuestos en una disyuntiva: o elegimos el bien A o el bien B. Eso es lo
que le sucede a nuestro protagonista. Y para eso se necesita finura estimativa.
Y aquí la ciencia de los valores –de la que se deriva el MBV citado– se vuelve
normativa: cuando dos valores se presenten como opuestos ha de preferirse el
más elevado de ellos en su jerarquía. Claro que para esto hay que molestarse en
saber cuál es el orden de esas realidades tan raras como jerarquizadas que son
los valores. Y esa es la gran lección que nos enseña el joven reportero de un
pequeño periódico local en medio de esta Crisis. No es poco.
Ignacio García de Leániz es profesor de RR.HH en la Universidad de Alcalá de Henares
Fuente: Expansión
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