Estamos tan acostumbrados a la típica
literatura de autoayuda que hace falta esforzarse para superar nuestra
hostilidad a cualquier ensayo que lleve en el título alguna mención a la
felicidad. Pero hay que recordar que la filosofía surgió en sus orígenes como una enseñanza sobre la vida buena
y feliz –sobre
cómo vivir y también cómo morir– y que se ha preocupado tradicionalmente sobre
estos asuntos.
El último libro de Carlos Goñi, escrito como una
larga confidencia a su hija, se puede incluir en esta línea clásica, preocupada
por transmitir el secreto de una vida plena y satisfactoria. A diferencia de
los manuales de autoayuda –que reducen la complejidad de la vida a una mecánica
que se transmite límpidamente como know how–, Goñi no ofrece recetas ni técnicas simplistas, sino reflexiones
contrastadas en la experiencia humana. No es casual que
en el libro abunden los ejemplos literarios y los mitos, ya que la cultura es
la forma propia de lo humano.
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¿Es un libro optimista? Sí, si por
optimista no se entiende ingenuo ni cándido. El
hombre es una novedad radical y tiene en su mano la clave para alcanzar la
felicidad, para crecer en ella. Es
posible ser feliz, viene a decir Goñi, sin negar la existencia de las
dificultades ni de los problemas, pero confiando en el hombre. Y esa confianza
en el hombre se traduce, también, en un enamoramiento por la vida y la realidad
que, sin obviar la frustración y el dolor, lo integran en una visión esperanzadora.
Para una existencia auténtica Goñi
recomienda a su hija tener un
plan (saber), poseer unos motivos (querer) y unos recursos para cumplirlo
(poder). Gracias a ello es posible escapar al pesimismo nihilista, pero
también al idealismo que a la postre puede terminar en esa otra forma de
nihilismo que es el descreimiento. Es imprescindible trascender nuestro
horizonte más inmediato y fijarse una meta más alta, es decir, un criterio orientador que llene de
sentido nuestra existencia.
Alejado del sentimentalismo, este ensayo transmite pasión por la
vida, entusiasmo por las posibilidades que tiene el ser humano de realizarse. Basándose en Kierkegaard, Goñi
diferencia tres etapas de maduración que culminan en el estadio espiritual.
Parece que el autor pensó en un
público joven al que dirigirse, pero su lectura puede ser también inaplazable en una edad
más madura, cuando las preocupaciones hacen que perdamos de vista lo importante
o el apoltronamiento amenaza confinarnos a una existencia gregaria.
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