Ya
sé que muchas empresas tratan de crear buen ambiente en el trabajo. Pero la lectura
de una entrada en un blog me sugiere hacer una recomendación a mis lectores. La
entrada (aquí, en inglés) la
escribe una abogada laboralista, y consiste en la sugerencia de tener un código de conducta para los empleados. No el típico código ético, en el que
aparecen unos cuantos deberes de la empresa (trato digno, no discriminar,
respeto a las minorías, conciliación trabajo-familia) y otros cuantos (a veces,
muchos) deberes de los empleados (evitar el conflicto de intereses, no aceptar
regalos que puedan suponer un soborno, no hacer negocios que puedan suponer
competencia a la empresa, no utilizar indebidamente los activos y recursos de
la empresa…).
Se refiere a un código de conducta para las
relaciones entre empleados, con temas como ser sincero y
honesto en el trato, evitar conductas ilegales o no éticas (se supone que los
empleados ya saben cuáles son), cumplir los compromisos y obligaciones, asumir
la responsabilidad de la conducta propia… Vamos, lo que debieron aprender en su casa, cuando eran pequeños, aunque,
por lo que parece, nadie se lo enseñó.
Me parece que
hacer del lugar de trabajo un ámbito agradable forma parte de la Respnsabilidad social de la empresa, incluso de
los deberes morales de la organización hacia su personal. Lo de
un código de buena conducta no lo veo claro: entra dentro de la mentalidad
juridicista de convertir la ética y la Responsabilidad social en un conjunto de
deberes, elaborados más o menos democráticamente, pero exigidos de manera más o
menos coactiva.
En cambio, me
parece que es bueno que la dirección, sobre todo la
dirección de personas, tenga siempre en cuenta que ese ambiente laboral forma
parte de los derechos de los trabajadores(aunque no estén en el
Estatuto de los Trabajadores), y que son necesarios para conseguir
que los empleados se sumen a los objetivos de la empresa.
Porque, no lo olvidemos, la empresa es una comunidad de personas que participan de unos objetivos comunes,
por razones que pueden ser muy diferentes en cada caso. Y esos
objetivos incluyen ese ambiente en el que se respeten los derechos humanos y
laborales (esto es el mínimo), las personas aprendan (conocimientos,
capacidades, actitudes y valores), reciban satisfacciones, aprendan también a pensar en los demás (en los clientes, claro, pero también
en los colegas) y, en consecuencia, a incorporar todo esto a su práctica
diaria. ¡Ah!, y esto no debe convertirse en un ejercicio de relaciones
públicas. Y si mi lector se dedica a estas cosas, no me pregunte cómo se hace,
porque ese es su deber: personal, profesional y ético.
Fuente: Blog de Antonio Argandoña
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