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viernes, 31 de enero de 2014

Crecer en felicidad

Estamos tan acostumbrados a la típica literatura de autoayuda que hace falta esforzarse para superar nuestra hostilidad a cualquier ensayo que lleve en el título alguna mención a la felicidad. Pero hay que recordar que la filosofía surgió en sus orígenes como una enseñanza sobre la vida buena y feliz –sobre cómo vivir y también cómo morir– y que se ha preocupado tradicionalmente sobre estos asuntos. 

El último libro de Carlos Goñi, escrito como una larga confidencia a su hija, se puede incluir en esta línea clásica, preocupada por transmitir el secreto de una vida plena y satisfactoria. A diferencia de los manuales de autoayuda –que reducen la complejidad de la vida a una mecánica que se transmite límpidamente como know how–, Goñi no ofrece recetas ni técnicas simplistas, sino reflexiones contrastadas en la experiencia humana. No es casual que en el libro abunden los ejemplos literarios y los mitos, ya que la cultura es la forma propia de lo humano.
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¿Es un libro optimista? Sí, si por optimista no se entiende ingenuo ni cándido. El hombre es una novedad radical y tiene en su mano la clave para alcanzar la felicidad, para crecer en ella. Es posible ser feliz, viene a decir Goñi, sin negar la existencia de las dificultades ni de los problemas, pero confiando en el hombre. Y esa confianza en el hombre se traduce, también, en un enamoramiento por la vida y la realidad que, sin obviar la frustración y el dolor, lo integran en una visión esperanzadora.

Para una existencia auténtica Goñi recomienda a su hija tener un plan (saber), poseer unos motivos (querer) y unos recursos para cumplirlo (poder). Gracias a ello es posible escapar al pesimismo nihilista, pero también al idealismo que a la postre puede terminar en esa otra forma de nihilismo que es el descreimiento. Es imprescindible trascender nuestro horizonte más inmediato y fijarse una meta más alta, es decir, un criterio orientador que llene de sentido nuestra existencia.

Alejado del sentimentalismo, este ensayo transmite pasión por la vida, entusiasmo por las posibilidades que tiene el ser humano de realizarse. Basándose en Kierkegaard, Goñi diferencia tres etapas de maduración que culminan en el estadio espiritual.

Parece que el autor pensó en un público joven al que dirigirse, pero su lectura puede ser también inaplazable en una edad más madura, cuando las preocupaciones hacen que perdamos de vista lo importante o el apoltronamiento amenaza confinarnos a una existencia gregaria.

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