Es el vocablo de
moda: los MINT (un acrónimo que agrupa a Méjico, Indonesia, Nigeria y Turquía). Son los nuevos BRICs, las potencias
emergentes que se han hecho con un hueco en las grandes ligas económicas
mundiales por derecho propio. Ambos términos son
obra del economista Jim O’Neill, quien hace una década, cuando acuñó el
primero para referirse al empuje económico de Brasil, Rusia, India y China,
trabajaba para Goldman Sachs. Pero aunque pegadizas y con cierta base sólida en
la que apoyarse, estas siglas podrían no tener la misma fortuna que las
anteriores. Igual que los países a las que hacen referencia.
Analicemos primero en qué se basa
el concepto: en todos los casos, se trata de países
con gran densidad de población, con un elevado porcentaje de jóvenes con
capacidad laboral, y, a menudo, con formación cualificada. Todos comparten una
posición geográfica privilegiada, a modo de bisagra entre diferentes regiones,
conectando potencias económicas como China,
la UE o EE.UU. con mercados en crecimiento.
Además, sus perspectivas económicas son, o solían ser,
apabullantes: tanto Goldman Sachs como el Banco Mundial esperaban que, siguiendo políticas inteligentes,
pudiesen alcanzar tasas de crecimiento de doble dígito en las próximas décadas. México, Indonesia y Nigeria, además, son países ricos en
hidrocarburos, y aunque no es el caso de Turquía, cuyo
déficit energético es uno de los grandes problemas del país, su cercanía con varios de
los grandes productores de petróleo (Irán, Irak o Azerbaiyán, por ejemplo)
hacen que el suministro esté hasta cierto punto garantizado.