Todos sabemos cómo internet y las nuevas
tecnologías han cambiado nuestras vidas. Ahora, el papel ha pasado a un
segundo plano. Y no lo digo por aquello de los medios. Basta chequear el
correo electrónico cada mañana en estas fechas y comprobar como un auténtico
aluvión de felicitaciones nos inundan. Amigos, contactos, empresas, sitios
web,... el número de emails en forma de felicitación navideña puede resultar
incluso mayor que el del propio spam.
Este hecho al final se ha convertido en un
auténtico problema, que por diferentes motivos, la falta de tiempo y el
exceso de información, han convertido a la felicitación digital, en el nuevo
terror de las bandejas de entrada. Este año he perdido la cuenta. ¿50, 100,
200...? El número de felicitaciones recibidas a través de mi correo ha sido
sencillamente impresionante. A uno le podría alegrar el pensar que todos se
acuerdan de él, pero no. Ya sabemos cómo funciona la cosa. Listas de correo
y de contactos son utilizadas para tal bombardeo en muchas ocasiones ni
siquiera de forma personalizada.
Sí, está muy bien todo esto de felicitar la Navidad y aprovechar
para hacer un poco de branding. Qué buenos somos y cuántos nos
acordamos de todos. ¡Es Navidad!. El problema que como yo mismo, y seguramente
muchos otros, al final recurrimos a la práctica extendida de ir eliminado
tales correos sin ni siquiera examinar su contenido, y que con el paso
de los años y tales prácticas han sido estigmatizados como irrelevantes, poco
interesantes y un tanto aburridos. Nada nuevo en el horizonte.