Marketing y Servicios: Responsabilidad Social
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viernes, 9 de octubre de 2015

Responsabilidad Social… Verbal


Hace unos días asistí a una de esas presentaciones “motivacionales” en las que el orador, a partir de alguna experiencia personal o alguna situación extrema, propone algunas consecuencias y lecciones para la empresa.

La presentación -por el contenido y por la actuación del presentador-fue realmente buena. Lástima de… la frecuencia con que el presentador intercalaba en su discurso palabras -podríamos llamarles- malsonantes. Lo cierto es que ese caso no es una excepción. Tengo la sensación de que en los últimos años el uso de palabras que podrían sonar mal a los demás -incluso ofensivas- se está volviendo más frecuente, y que incluso nos estamos acostumbrando a oírlas… y a usarlas.

¿Es eso una forma de enriquecer el vocabulario –volviéndolo más cercano a la vida real? ¿O es una forma de empobrecer el vocabulario, rebajando la excelencia de la palabra a lo vulgar y soez?

jueves, 24 de septiembre de 2015

¿Qué ha pasado en Volkswagen?


Gran escándalo: Volkswagen manipuló algunos de sus automóviles vendidos en Estados Unidos, para ocultar las verdaderas emisiones de óxido de nitrógeno. El caso se acaba aquí: eso está mal, y punto. Bueno, no se acaba aquí, porque puede tener muchas ramificaciones. Lo que a mí me interesa ahora es saber por qué se produjo esto. Porque, si no tenemos una respuesta adecuada a esta pregunta, no sabremos qué hay que hacer para evitar que se produzca. He aquí algunas de las respuestas posibles:
·        Es casi imposible observar todos estos preceptos. ¡hay tantos y cuestan tan caros!
·     Es un asunto legal, y la ley se cumple si es posible, y no se cumple si se gana más de esta manera (siempre que no acabes en la cárcel o con una fuerte multa). Cumplir o no es optativo: es cumplir o pagar la multa (y perder casi un  19% del valor de la acción en bolsa en un día, pero eso forma parte del cálculo coste-beneficio).
·        Hay que reducir los costes. Y esta es una buena manera de hacerlo.
·        La competencia es muy intensa. El mercado es una jungla.
·        Las decisiones son complejas, hay tantas cosas que hay que mirar.

viernes, 31 de julio de 2015

Ser ético en la empresa es difícil

Vuelvo al tema de la ética en la dirección de empresas. Nadie ha dicho que dirigir sea fácil, y menos aún que lo sea dirigir con ética. Pero esto último es muy importante: es la diferencia que hay entre un buen directivo, en el sentido completo de la expresión, y un directivo que solo sabe cumplir con la perfección técnica, que sabe hacer cosas bien, pero que no sabe hacer lo que hay que hacer en cada caso, con visión de futuro y sentido amplio de su responsabilidad.

Ser ético en la empresa es difícil, por la naturaleza de las tareas de dirigir en la organización. Porque las decisiones con complejas; no hay tiempo para la reflexión, falta información necesaria… La competencia es intensa, a ratos salvaje. Sufrimos la tiranía de los resultados:eres lo que obtienes. Hay incentivos perversos, que llevan a hacer lo que no se debe hacer porque a uno le pagan para hacer lo que no debe hacer. Hay mucha inercia, el “siempre se han hecho las cosas así”. Está la trampa del éxito. Hay errores, inevitables, y la tendencia humana a negarlos o a ocultarlos, con lo que es muy difícil cambiar.

miércoles, 29 de abril de 2015

El voluntariado corporativo no es Marketing

Entre el 55 y el 80% de las compañías norteamericanas practican algún tipo de voluntariado corporativo. En España las cifras son más bajas, pero se prevé que estos programas vayan en aumento durante los próximos años. Según un estudio del Observatorio de Voluntariado Corporativo, el 57% de las empresas españolas con más de 500 empleados llevan a cabo voluntariado corporativo y 6 de cada 10 tiene interés en incorporarlo en los próximos años.

No es de extrañar teniendo en cuenta los beneficios que aporta: mejora el clima laboral, ayuda a fidelizar a los empleados, influye positivamente en la reputación de la compañía... Pero la principal motivación de la empresa al poner en marcha el voluntariado corporativo debería ser realizar una acción solidaria en pro de la comunidadEl resto de beneficios serán la consecuencia de una correcta gestión del voluntariado dentro de la empresa, pero nunca deberían ser el motor que lo impulsa, explica Victoria Moreno en el cuaderno "El voluntariado desde la empresa", publicado por la Cátedra"la Caixa" de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo del IESE.
Comprueba que en la cabecera del artículo de referencia, tienes la opción de descargar el cuaderno citado. 

Ver también "Fundación hazlo posible"

viernes, 6 de marzo de 2015

Marketing y responsabilidad




No hay empresa de cierto tamaño y expuesta al mercado que no procure ganar reputación más allá de la que depara su comportamiento estrictamente económico. La reputación corporativa forma parte de esa amplia y heterogénea gama de activos intangibles que disponen de una influencia creciente en el valor de las empresas, coticen o no en mercados organizados de valores. En ese contexto es en el que hay que entender la tendencia a que esas acciones constitutivas susceptibles de integrar ese concepto de responsabilidad social empresarial hayan cobrado un papel cada día más importante y su escrutinio sea pieza esencial en las que disponen de mayor proyección, ya sea por el hecho de ser sociedades por acciones cotizadas o disponer de una proyección internacional.

Que las empresas definan valores sociales y sus acciones en todos los ámbitos de la gestión sean consistentes a los mismos es un indudable avance. Sobre todo si el escrutinio de ese ejercicio es riguroso. Que se adopten compromisos que signifiquen avances sociales, o el respeto a los derechos de las personas más allá de lo que establecen las regulaciones, es inequívocamente favorable. Pero no siempre esta garantizada la coherencia entre las definiciones que supuestamente articulan la responsabilidad social de la empresa, entre las intenciones, y las prácticas reglares de las mismas. Son numerosos los casos en los que empresas con un catálogo amplio de propósitos de acción social no cumplen, por ejemplo, con sus más elementales obligaciones fiscales. O mantienen prácticas laborales que pueden rozar la ilegalidad, en sus propios países de origen o en las economías menos desarrolladas en las que se establecen. Empresas que anualmente exhiben el catálogo de responsabilidad social y que entran en el juego de la corrupción política o de cualquier otra naturaleza.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Mercadona retira sus bolsas de cotillón



Drama del primer mundo: este año no podrás comprar el cotillón de Fin de Año en Mercadona. Los hipermercados valencianos han emitido un comunicado en el que informan de que han tenido que retirar las clásicas bolsas de antifaces y espumillones. El problema: una trompeta. Al parecer, el clásico matasuegras que siempre viene en estas bolsas no suena. 


"Este año 2014 no tendremos Bolsa de Cotillón por no asegurar una Calidad de 10", explica la empresa en el comunicado lanzado en su web y en su cuenta de Twitter. Mercadona asegura que, aunque "el artículo cumple todos los requisitos para la seguridad de uso y las normativas exigidas", han detectado que "la trompeta en algunos casos no emite sonido. Por ello, hemos decidido retirar el producto de todas nuestras tiendas".


La empresa, muy popular también en redes sociales, lanzó dos tuits el pasado miércoles 23 de diciembre a media tarde explicando el problema, y juntos lograron casi 200 retuits y muchos comentarios jocosos en la red social.


El tono informal del mensaje ("sabemos que tu Nochevieja no será igual") ha logrado que el mensaje se repita por todo Twitter y que los usuarios se lo tomen a bien, más aún dado el nombre de la famosa trompetita... Además, como suele ocurrir cuando hay cambios o retiradas de productos de la marca (como pasó con sus célebres cremas de aceite de oliva), la noticia ha volado, tanto en redes como por el boca a boca.


Quienes hayan adquirido las bolsa de cotillón pueden devolverlas en cualquier hipermercado de Mercadona, con o sin ticket de compra.

Este tipo de acciones de comunicación, mejora la imagen de Mercadona y fortalece la confianza de sus clientes. 

viernes, 14 de noviembre de 2014

Repensar el trabajo en tiempos de desempleo


La crisis económica ha destruido miles de puestos de trabajo en todo el mundo. El elevado nivel de desempleo tiene graves consecuencias para el crecimiento y desarrollo de los países, pero es también una lacra para la sociedad. 

Muchas personas no conseguirán tener nunca un trabajo, lo que tendrá consecuencias para su desarrollo como individuos y su integración plena en la sociedad. Se requieren soluciones de calado que contemplen una visión amplia de la persona, la familia, la empresa, la sociedad y, por supuesto, del trabajo.

Entender esta situación y ver cómo influye en nuestra concepción del trabajo es el objetivo del documento "Trabajar en tiempos de crisis", del profesor del IESE Antonio Argandoña. En él, analiza las causas éticas de la actual crisis, las características del trabajo en una sociedad en crisis y las razones para trabajar, y propone algunas ideas para hacer frente al problema del desempleo.  

Cómo hemos llegado hasta aquí
Todos conocemos las causas financieras que dieron origen a la crisis actual pero, como explica Argandoña, "una crisis no es un accidente imprevisible que se presenta sin avisar", sino que "tiene causas profundas que se van desplegando a lo largo del tiempo". Las dimensiones éticas de esta crisis son algunas de ellas. Muchos autores han denunciado que durante los tiempos de bonanza se generalizaron ciertos comportamientos inmorales, como una codicia desmedida, la opacidad, el fraude o cierta arrogancia entre los directivos... 

Estos comportamientos han estado siempre presentes en la economía y la empresa pero, como asegura Argandoña, durante la última crisis los mecanismos sociales, económicos y gubernamentales que debían ponerles coto han fallado. "La familia ha dejado de ser, a menudo, una escuela de virtudes; la escuela presta más atención a lo políticamente correcto que a lo justo, y el Estado se deja llevar por criterios de éxito político, eficiencia e intereses de partido, pero no por el bien común".

El documento dibuja una sociedad individualista, emotivista, utilitarista, carente de bienes comunes y basada en relaciones de interés y de sentimientos que demuestra ser incapaz de hacer frente a cuestiones de fondo como el gravísimo problema del desempleo.

La paradoja del trabajo
El trabajo está cada día más valorado como medio para la satisfacción de nuestras necesidades, como herramienta que crea conocimientos y desarrolla capacidades, como piedra fundamental en la construcción de la sociedad y como reflejo de la dignidad del hombre. 

Por otro lado, también puede ser causa de su deshumanización. El desempleo, por ejemplo, provoca en el individuo una sensación de pérdida de identidad cuando esta está vinculada a la profesión que se ejerce. Además interrumpe la adquisición de nuevos conocimientos y capacidades, deteriora el capital humano adquirido y origina conflictos personales, familiares y sociales. El paro se presenta, pues, como el fracaso de una sociedad ante sus ciudadanos. 

La precariedad del empleo es también un elemento deshumanizador del trabajo por lo que supone de incertidumbre y de pérdida de control de la propia vida. 

Otro mecanismo alienador sería la existencia de trabajos degradantes, en los que el trabajador se ve como pura mercancía sin cara. O el uso instrumental del trabajo, que convierte al ser humano en un instrumento en manos de otros, no en un fin.

Así, la degradación del trabajador no consiste en que produzca bienes materiales, sino en que la forma de producirlos sea inhumana. Es decir, que no le permita desarrollar otras actividades necesarias y probablemente más importantes en términos absolutos (familiares, sociales, espirituales, culturales, etc.), infligiendo violencia a la naturaleza espiritual del hombre. 

En busca del sentido del trabajo
Las personas buscamos un trabajo "expresivo" y a menudo encontramos un trabajo "instrumental", quizá porque hemos convertido el trabajo en definidor de la identidad de la persona, a la que valoramos no por lo que es o por quién es, sino por lo que hace: sus resultados personales a nivel económico (cuánto gana) y social (cuál es su posición en la escala social), y por lo que aporta a los demás (cuánto contribuye al producto interior bruto o a la economía familiar). 

Nuestra sociedad hace depender del trabajo y de su rendimiento económico nuestro nivel de vida actual y futuro, en la medida en que el sistema de pensiones y la atención sanitaria y de la dependencia están ligadas a las rentas generadas con el trabajo, encareciendo así su "coste económico". 

Un reflejo de cómo entendemos socialmente el trabajo es la pérdida de sentido humanizador de la educación, instrumentalizándola como mera creación de capital productivo. Muestra de ello es el menosprecio de las humanidades por su falta de "utilidad" para la generación de renta privadas, olvidando su función social.

Tres motivos para trabajar y uno más
Según Argandoña, existen tres razones principales que resumen las motivaciones e intenciones que empujan a las personas a realizar esa actividad que llamamos "trabajo": un medio para ganarse la vida, una ocasión para el desarrollo personal y un medio para contribuir a la edificación de una sociedad. 

Pero existe también una cuarta razón: el trabajo es expresión de la mejora personal. Aunque el trabajo es el mismo para todos, hay que tratar de hacerlo bien, con calidad humana, preparación y dedicación. Hay que hacerlo como servicio a los demás, empezando por la familia, los colegas, los clientes y los vecinos, y acabando con la humanidad entera.

Argandoña lo ilustra a través de una antigua historia, en la que preguntaron a tres picapedreros qué estaban haciendo. El primero contestó que estaba picando piedra; el segundo, que estaba ganándose el sustento para su familia; y el tercero, que estaba construyendo una catedral. Su trabajo era el mismo, pero el sentido que encontraban en él era muy diferente.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Responsabilidad hacia lo que pasa en la sociedad



¿Tienen las empresas alguna responsabilidad por lo que pasa en la sociedad? Las respuestas a esta cuestión van desde el “no, ninguna” hasta el “sí, toda”. El “no” tiene que ver con la idea de que la única responsabilidad social de las empresas es maximizar el beneficio para sus accionistas. He comentado esto otras veces; se basa en la tesis de que, bajo ciertos supuestos, una empresa que maximiza su valor está optimizando su contribución al bienestar de la sociedad. El problema de esta tesis es que los supuestos de partida no se cumplen nunca, de modo que una empresa que maximiza sus beneficios puede estar contribuyendo a un óptimo social… o no. Y, además, la definición de ese óptimo es muy discutible.

Luego hay una versión más moderada: la responsabilidad social de las empresas se cumple produciendo bienes y servicios para sus clientes, cumpliendo las leyes y regulaciones, e incluso yendo un poco más lejos, para cumplir lo que la ética exige, aunque no esté incluído en la ley; cumpliendo sus contratos con los proveedores, empleados y distribuidores, respetando el medio ambiente… Vale, estoy de acuerdo. Solo que la empresa deja también otras huellas en la sociedad, que van más allá de lo que establecen sus contratos: trata (o no) a sus clientes, empleados y proveedores con la dignidad debida; fomenta (o no) los aprendizajes de sus miembros; crea (o no) un clima en el que las personas se puedan realizar como personas… Y todo esto debe formar parte también de sus responsabilidades.

El otro extremo viene establecido por los que ven en las empresas la solución de los problemas de la sociedad, esos problemas que los Estados no pueden ahora cumplir, por la competencia de otros países, la dilución de las fronteras, las limitaciones de sus políticas o los problemas fiscales. Lo malo de este planteamiento es que no ofrece una respuesta clara a la pregunta: ¿por qué debe una empresa dedicar todos sus esfuerzos a resolver problemas que ella no ha creado, a expensas de los intereses legítimos de sus propietarios, directivos, empleados y clientes? Esta posición más extrema nos lleva a preguntarnos si la empresa tiene que contribuir positivamente a esa solución de problemas que ella no ha creado, pero que le afectan y que ella puede resolver. 

Aquí podría venir bien un ejemplo alejado de la vida económica. Una persona pasa al lado de un canal; el agua está arrastrando a un niño, que muy probablemente se ahogará si él no hace algo, porque no hay nadie más por allí en condiciones de rescatarlo. Claramente, la primera obligación es de los padres del niño, pero no están allí. Él podría hacerlo, pero con algún coste: el traje se echará a perder, el tiempo perdido será relevante y quizás pille un resfriado. Me parece que, a pesar de todo, estaremos de acuerdo en que debe echarse al agua, por la gravedad, urgencia y proximidad de la situación, y también porque el riesgo que corre es limitado.

Supongamos ahora que la corriente no es muy fuerte, de modo que el niño puede salvarse por sí solo, pero, eso sí, con cierto riesgo de que, al final, se ahogue. Ahora la respuesta será, probablemente, menos tajante. Añadamos el supuesto de que nuestro protagonista no sabe nadar: ahora todos le aconsejaríamos que no intente salvar al niño, porque, probablemente, acabaríamos teniendo dos cadáveres.

¿Qué quiero decir? Que la responsabilidad social ante una necesidad ajena que no hemos provocado no tiene una respuesta patente, sino que se trata de una decisión prudencial, es decir, presidida por la prudencia, que nos llevará a considerar la naturaleza de la necesidad (si es un niño o una persona mayor, si sabe o no nadar, si la corriente es o no muy fuerte); su gravedad y su urgencia, su proximidad al interesado, qué soluciones hay disponibles, las posibilidades de éxito, la existencia de otras necesidades más o menos urgentes que llaman la atención del protagonista (quizás evitar que su propio hijo acabe en el agua)… Y recordemos que el argumento de que el protagonista se debe a sus hijos y no a los hijos de otros no parece muy sólido; algo parecido al de que la empresa se debe a sus accionistas y no a otras personas.

No existe una respuesta definida a la pregunta: ¿es mi empresa responsable de lo que pasa en la sociedad? Lo siento, pero no queda otro remedio que sentarse a pensar. Le ayudaré con un argumento adicional. La solución no es siempre dar dinero; más aún, esta suele ser una trampa para no pararse a pensar qué puedo hacer.

Porque puedo hacer muchas cosas. Compartir, que es dar, regalar, prestar (esto ya es más asequible), ofrecer garantías a terceros, asesorar, aconsejar… Todos compartimos mucho, cada día: la “lógica del don”, de que hablaba el Papa Benedicto XVI, no es algo esotérico para onegés solidarias, sino algo que hacemos cada día en la empresa, cuando mandamos, cuando obedecemos, cuando ayudamos, cuando sonreímos…

Más cosas: procura que otros compartan: pon a colaborar a tus empleados, clientes, proveedores, accionistas (¿quién ha dicho que son egoístas y que solo quieren mayores dividendos?)… A veces, pedir dinero para otros será más difícil que darlo uno mismo. Haz, porque tú sabes hacer muchas cosas, además de dar dinero: dedica tu tiempo, colabora en las iniciativas de otros, desarrolla tu imaginación para ver qué puedes hacer… Actúa con eficiencia, algo que suelen saber hacer muy bien todos los directivos. En resumen: no me digas que no tienes responsabilidades acerca de los problemas de los demás. No seas egoísta. Párate a pensar, y encontrarás mucho que puedes hacer por los demás, sin jugarte por ello tu puesto de trabajo o la cuenta de resultados de tu empresa.


jueves, 30 de octubre de 2014

Ideas para luchar contra la corrupción

Esta entrada se publicó en este blog en enero del 2013Por su actualidad, me parece que es interesante volver a leerla y después de reflexionar, hacer algún comentario.

Son numerosos los casos de corrupción que han aflorado en diversas comunidades autónomas españolas en los últimos años (ver resumen aquí). Han causado una abrumadora percepción de corrupción en todo el país. En ellos están involucrados políticos de diversos partidos, pero también empresarios y profesionales. La Vanguardia del 20 de enero publicaba una encuesta online – sin valor científico pero significativa – en la que el 91% afirmaba que la corrupción es ahora el principal problema de España. La corrupción y el fraude también ha aumentado en el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en su valoración como problema nacional. Su percepción ha pasado de 9,5 puntos en noviembre a 17, 2 en diciembre de 2012. Los políticos y los partidos políticos como problema sigue siendo alto (sólo superan a estos dos problemas, la preocupación por el paro y la situación económica).

Es evidente que la corrupción hace mucho daño: crea desconfianza, incentiva nuevas conductas abusivas, detrae dinero de finalidades sociales, desanima el esfuerzo y rompe el principio de legalidad. Es, pues, necesario luchar con energía contra la corrupción. Pero, ¿cómo? Pienso que en varios frentes, incidiendo en las causas de la corrupción, tomando medidas disuasorias a actuaciones corruptas y persiguiendo enérgicamente la corrupción. Se puede actuar:
  1. Asumiendo y fomentando la sensibilidad hacia la defraudación y la corrupción, tomado conciencia de los daños que ocasionan y de la importancia de eliminar estas prácticas. Los partidos políticos suelen utilizar la corrupción como arma arrojadiza contra sus adversarios, pero la reacción pública contra la corrupción es todavía demasiado débil. Fomentar la sensibilidad social pasa por afinar el sentido de responsabilidad por el dinero público, tanto en su recaudación como en su distribución. Responsabilidad que se extiende al deber moral de pagar impuestos y a la preocupación por el buen uso de los caudales recaudados.
  2. Promoviendo transparencia en las instituciones, sobre todo en los partidos políticos y las instituciones públicas. Cuando las cuentas son claras y comprensibles y se dan a conocer, el riesgo que hacer trampas o actuar con favoritismo disminuye, si más no, por el riesgo de que se descubra.
  3. Implementando medidas disuasorias de comportamientos corruptos. Junto a la transparencia, pueden contribuir a disuadir actuaciones corruptas leyes exigentes, códigos de conducta bien elaborados y que se hagan cumplir, y adecuados medios de vigilancia y control, incluyendo grabaciones conocidas por todos. 
  4. Consiguiendo una mayor eficiencia en la administración de justicia y en la actuación de otros poderes públicos. No basta con tener leyes, sino que deben hacerse cumplir. La lucha contra la corrupción exige inspecciones bien programadas y una actuación decidida de inspecciones o de la fiscalía y aun creando potenciado fiscalías específicas, como ya se ha hecho en diversos lugares. La justicia, además de responder a su nombre, que es lo primero,  tiene que se rápida y eficiente. No es de recibo que un proceso judicial por corrupción tarde 14 años en ser resuelto, como ocurrió en la “Caso Pallerols”.
  5. Eliminando estructuras o políticas que incentiven la corrupción. Es lo que ocurre con una mala regulación de la financiación de los partidos políticos, la cual puede incentivar alternativas irregulares de financiación. También con subvenciones poco claras o faltas de un control efectivo, que favorecen los sobornos.
  6. Aumentando el control social sobre las instituciones. Pueden hacerlo instituciones de con observatorios específicos, los medios de comunicación, o bien organismos específicos. Este control exige evitar conflicto de intereses, y en concreto que el controlador tenga intereses sobre quien lo controla.
  7. Educando en la honradez. Lo más importante a largo plazo Según una encuesta reciente, el 42% de los jóvenes de 16 a 24 años justifica la evasión de impuestos y el fraude, si bien están en desacuerdo con los recortes sociales. La pregunta es, ¿se educa suficientemente en la honradez? ¿Qué medidas tomas las escuelas ante las copias en los exámenes y los plagios en los trabajos? ¿Cómo se presenta y ejemplifica el valor de la honradez?
Siete ideas para pensar, y seguro que hay más. Con todo, pienso que lo más importante, en último término, son las personas y sus motivaciones para actuar bien. ¿Qué puede motivar tal comportamiento?

Fuente: Blog Ética Empresarial y Social

lunes, 23 de junio de 2014

La otra cara del Mundial 2014

El mundial de fútbol es una gran fiesta ya que millones de personas en todo el mundo  esperan y disfrutan de este evento deportivo. Pero la copa del mundo es también un gran negocio, por eso los países desean ser sede y las empresas participar de este gran suceso internacional.
El mundial de fútbol de Brasil 2014 está envuelto en críticas a la organización y a la forma en que se gastó el dinero público para este eventoHay diversos hechos que permiten afirmar que este mundial no será recordado como un evento responsable ni ético.
Las críticas más relevantes al mundial 2014 son:
-gastos altísimos de dinero en la construcción o reformas de infraestructura como estadios, rutas, caminos etc. que no mejoraran la calidad de vida de las comunidades locales, luego de finalizar el mundial.
-se desalojaron familias y comunidades completas para poder realizar obras relacionadas al mundial. Estas personas no recibieron ayuda social por tener que abandonar lugares donde habitaban o trabajaban desde hace años.
-riesgo de aumento del turismo sexual de personas adultas pero también de niños. No se tomaron las medidas necesarias para evitar el incremento de este tipo de delitos.
-denuncias de corrupción por sobreprecios en las obras, licitaciones poco claras entre estado y empresas privadas.
-precariedad laboral de los trabajadores que participaron en obras asociadas al mundial.
-cambios forzados de la legislación nacional para ajustarse a los requerimientos de la FIFA.
Un ejemplo de esto es que en Brasil está prohibido que... Sigue leyendo...